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Foto del escritorDaniel Carazo

No es lo que parece, sino lo que es

Nos está tocando vivir una época en la que, llegados a una edad, no es que debamos cuidarnos —que por supuesto que sí—, sino que además, si queremos estar presentables socialmente, parece que debemos seguir ciertos hábitos con los que aspiramos aparentar una edad menor de la que evidencia nuestra fecha de nacimiento.

Para cumplir con ese objetivo hay varias opciones entre las que elegir: hay quien opta por el gimnasio y además consigue ir más de tres veces después de haber pagado la matrícula; otros se lanzan inconscientemente a correr maratones o a practicar deportes que deberían haber aprendido quizá diez años antes; los hay que se abandonan ciegamente en los brazos de la estética comercial; incluso vemos a otros que, de repente, se sumergen en dietas milagro y en prendas de vestir varias tallas por debajo de la suya.

Todo es válido, por supuesto que sí. No hay mejor modo de vida que el que te hace sentir bien. Pero me gustaría romper una lanza en favor de la realidad, y para ello voy a coger de ejemplo a Rafa.

Rafa es un señor de unos sesenta y cinco años —o más—, a quien conocí tiempo atrás en un pueblo. Recuerdo que llegué a una finca a la que me habían invitado a tomar una cerveza y allí lo vi por primera vez. Juro por Dios que cuando yo llegué, Rafa llevaba ya plantados más de diez almendros; quería construir una linde en la finca con esos árboles y para ello tenía que cavar los agujeros donde plantar los esquejes que se había traído de otro lado. Los agujeros tenían que atravesar un suelo pedregoso para alcanzar tierra fértil y los estaba haciendo a base de azada, lumbares y brazos. Rafa me saludó, se limpió el sudor y, mientras mantenía la conversación, siguió a su tarea. Le observe: era un hombre delgado, canoso, con la cara curtida por el sol y las manos callosas; iba vestido con ropa vieja, útil y cómoda para el trabajo; en los cortos descansos que se permitía se hidrataba dando tragos a la bota de vino que colgaba de la rama de un árbol cercano. Rafa era la imagen menos comercial que veía yo en mucho tiempo.

Por su proposición —yo creo que para reírse de mí: más joven y vestido como nos vestimos los de ciudad cuando vamos al campo— probé a iniciar uno de los agujeros: el golpe que me dio en las manos la azada al chocar con las piedras me llegó hasta las cervicales. Lo dejé al momento y él, como si nada, reanudó el trabajo.

No cuando terminó, sino cuando compartimos esa cerveza, hice alusión a su edad y a su sorprendentemente buena forma física y se limitó a decirme:

—No vamos mal, lo que pasa en es que hoy en día es malo parecer viejo.

Así, con esa sencilla frase, Rafa, trabajador jubilado, esposo, padre y abuelo de dos nietos, me resumió su filosofía de vida: no es lo que parece, sino lo que es.

Más de una hora después me fui a descansar —no sé de qué— mientras Rafa aprovechaba los últimos rayos de sol para dejar plantados todos los esquejes.

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1 Comment


soylanati
Jan 20

Buena respuesta

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