También me llaman Selfi, pero si me escribo así, todos pensaríais que estaríais cazando una errata, así que Selfie, y tan contento.
Hace años irrumpí en vuestra vida. Lo hice de manera sutil, sin que os enterarais hasta que me hice imprescindible; ahora, todo el mundo me necesita: ¿quién se va de viaje sin mí?, ¿quién se encuentra con un famoso sin mí?, ¿quién alardea de un éxito sin mí?, ¿quién junta a la familia sin mí?
En mi debe, os obligo a tener cada vez mejores móviles o a usar unas aplicaciones que jamás imaginasteis que ibais a necesitar. En mi haber, ahora todos vais más guapos, sonreís más —aunque sea al móvil—, incluso os acercáis más entre vosotros para caber dentro de mí.
Quiero veros esforzándoos por no mostrar papada y tapando con vuestra cabeza cortada por el cuello cualquier monumento, quiero veros en primer plano y sin brazo delante de vuestra familia, quiero veros sonriendo con naturalidad aunque estéis forzando abdominales para esa pose imposible y original. ¡Quiero veros! Y no os olvidéis de mí porque entonces no seréis nada. Los de Amaral debieron cantar “sin mí, no sois nada”, porque esa es la realidad que no supieron ver… “Sin mí, no sois nada” … ¡Qué subidón!
Así soy yo, el Selfie, un tirano más de los que a lo largo de la historia ha dominado a la humanidad. Pero al menos yo, a pesar de ser un dictador, consigo siempre esa sonrisa que, aunque efímera, hago perdurar para la eternidad.
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